jueves, 4 de septiembre de 2014

RETOMO EL BLOG PROFESIONAL.

Reinicio esta nueva etapa en el blog después de no haber podido añadir artículos nuevos por motivos profesionales. Espero que os siga interesando y que podamos compartir opiniones y criterios para el bien de esta ciencia apasionante y que tanto adoro. Un cordial saludo.

lunes, 8 de octubre de 2012

"¿QUÉ ES LA AGORAFOBIA? (Publicado en "Voces de Cuenca" el 8-10-12)

08/10/2012 - PSICOLOGÍA ¿Qué es la agorafobia? Se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo El DSM IV-TR define este trastorno de ansiedad con los siguientes criterios: - Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada o más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil. - Estas situaciones se evitan, se resisten a costa de un malestar o ansiedad significativos por temor a que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia, o se hace indispensable la presencia de un c9nocido para soportarlas. - Explicado en un lenguaje más simple podemos afirmar que se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” (temor anticipatorio a una posible crisis de ansiedad, aunque también se puede padecer un trastorno de angustia SIN AGORAFOBIA). - Existen múltiples situaciones asociadas a este trastorno que Echeburúa nos presenta en su Inventario de Agorafobia (IA): cuestionario específico para identificar las situaciones en las que el paciente experimenta o anticipa esta ansiedad que tanto le bloquea: grandes almacenes, bares y restaurantes, cines, ascensores, aparcamientos subterráneos, iglesias, campos de fútbol, plazas de toros, lugares altos, playas, montes, calles anchas, hospitales. Salir a pasear, alejarse de casa, ir de vacaciones, cruzar puentes, acudir al médico, ir a visitar a amigos o familiares, ir a buscar a los niños al colegio, acudir a una reunión de vecinos, asistir a fiestas o reuniones sociales, estar en la peluquería, comer o beber con otras personas, etc. - Probablemente si usted no padece este trastorno o no conoce a nadie que lo padezca, le resultará difícil entender cómo se puede sufrir o padecer ansiedad ante estas situaciones “tan cotidianas”, pero efectivamente así ocurre. - Este trastorno puede llegar a ser tremendamente incapacitante si no se resuelve la “forma de funcionar del paciente” para evitar pasarlo mal. - Precisamente por eso la técnica principal que usamos es la “exposición gradual en vivo” a las situaciones que el paciente suele evitar. - La exposición permite al paciente comprobar “in situ” que la situación temida nunca es “tan terrible” como imaginaba, que la ansiedad anticipatoria y las sensaciones subjetivas son las que le provocan la ansiedad y no la situación específica. - Suele haber una primera vez en la que el paciente “condiciona” su miedo y aprende que no puede volver a ese lugar o situación porque probablemente le ocurrirá lo mismo”. - Por eso en la primera sesión la tarea encomendada es: describir aquella primera vez que le ocurrió el episodio. Objetivo: que el paciente comprenda el origen del miedo condicionado adquirido. También identificamos con el paciente las causas que él cree que en la actualidad “hacen que se siga manteniendo ese trastorno/conductas”. Objetivo: enfrentarnos a esos reforzadores y reestructurarlos de manera adecuada. - He tenido la posibilidad de tener pacientes que han estado “años” sin salir de su bloque de edificios. En otros casos personas con pareja que incluso habían acabado yendo a vivir con sus padres (conductas de seguridad), a pesar de tener hijos y familia. - En otros casos algunos pacientes incluso se han pedido excedencia en sus puestos de trabajo por evitar tener que subir a un coche por el miedo a sufrir una crisis de ansiedad o tener miedo exagerado a marearse, a perder el control, a volverse loco o desmayarse. - No resulta nada fácil comprender este trastorno a las personas cercanas o que no lo han padecido nunca, pero le puedo asegurar al lector que el desgaste psicológico es elevado si no se hace algo al respecto. - Las exposiciones perfectamente “pautadas”, progresivas y con un trabajo constante, regular y prolongado obtienen resultados muy positivos. - No sólo en la exposición, sino todos los aspectos psicológicos asociados a dicha exposición: “es como si el cerebro tuviera que comprobar IN SITU que todo aquello que ha elaborado previamente, anticipadamente, no ocurre cuando nos encontramos ante esa situación, o que si ocurre eso que tanto tememos, comprobamos que realmente no es tan grave y podemos soportarlo”. - Generalmente las personas con agorafobia suelen utilizar también conductas de seguridad “por si les ocurre lo que tanto temen: la crisis de ansiedad con los síntomas asociados: ir en compañía de alguien, llevar un móvil, comer algo, etc. - Gradualmente también el paciente ha de desprenderse de todas estas “seguridades psicológicas” para comprobar que no las necesita para superar el problema. - Si usted padece este trastorno o se ha visto identificado con algunos aspectos del mismo póngase en manos de un profesional.

lunes, 1 de octubre de 2012

"EL PACIENTE Y EL GUADIANA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 1-10-12)

Por Fco. Javier Sánchez Psicólogo Establecer contacto con el profesional (psicólogo) suele ser en principio el paso más difícil de dar cuando uno no acaba de encontrarse bien. Por ello, siempre suelo reforzar al paciente diciéndole que el primer paso dado, iniciando tratamiento psicológico, no es nada fácil. Fundamental también resulta la información a la hora de saber de quién partió la demanda de tratamiento: ¿del propio paciente?, ¿de los familiares? ¿obligación, sumisión o indiferencia ante el inicio del tratamiento?. Cuestiones claves a la hora de valorar la motivación y adherencia al proceso, así como la actitud en la primera y sucesivas entrevistas. En mi caso particular, ocurre en algunas ocasiones, que, tras la primera sesión el paciente llama para aplazar una segunda cita. En algunos de estos casos el paciente suele reconocer con posterioridad que “necesitaba un período de asimilación de todo aquello explicado como tratamiento en la primera consulta (psicoeducación, evaluación, estrategias que se van a poner en marcha, técnicas que se van a utilizar, etc.). En otros casos el paciente vino a “tantear” que era aquello de “un psicólogo” (reconociendo sin problema alguno que nunca han creído en ellos. Sinceridad que por cierto, agradezco) y para ver “si se convencía de la utilidad de un tratamiento específico”. Lo ideal: aquel paciente que viene con una predisposición absoluta y se vuelca en la terapia desde el primer momento, siendo muy fácil establecer una alianza terapéutica consistente desde el primer momento. Aquellos casos más resistentes al cambio y a iniciar tratamiento los combatimos básicamente con técnicas de entrevista motivacional. Es como ir adentrando al paciente en algo que en principio no le parecía asumible ni conseguible, transformándolo en algo positivo, adecuado y propicio para su salud psicológica. Establecer metas objetivas, a corto plazo, realistas supone un apoyo a la motivación del paciente que, progresivamente y de manera gradual va percibiendo los resultados positivos de su propio esfuerzo, lo cual le suele reforzar de manera significativa. ¿Qué ocurre cuando después de un período estable de sesiones y una vez conseguidos objetivos importantes el paciente desaparece ante un seguimiento clínico más separado en el tiempo?. Equiparo esta situación al caso en el que el paciente que ha tomado durante un mínimo de tiempo una medicación psiquiátrica y tras una mejora importante, decide por sí mismo dejar la medicación. ¿Qué puede ocurrirle (aunque por supuesto no necesariamente)? Que se produzca o exista una probabilidad de recaída. No se trata de crear “adictos al psicólogo” porque el profesional debe valorar en qué casos es necesario establecer un seguimiento y en qué casos no. No podemos hacer seguimiento de un paciente cuando valoramos que mantener el tratamiento puede ser contraproducente, generándose una relación de dependencia malsana respecto al profesional. Ocurre también que tras haberse decidido un período de seguimiento el paciente desaparece pero “da señales de vida” a través de llamada, correo electrónico….. etc. y nos dice: “estoy aquí, no he vuelto a ir porque me sigo encontrando bien”. Actitud correcta (porque una cosa es desaparecer sin decir nada por todos los motivos o razones que puede haber detrás de esa desaparición mágica, y otra hacerlo, dando una mínima explicación de cómo se encuentra y las razones por las que no viene a terapia. Está enfrentándose a aquello que inició y decide voluntariamente “darse un tiempo”) En este caso solemos aconsejar al paciente que mantenga cierto grado de alerta para identificar posibles malestares asociados al trastorno, problema o cuestión por el que vino a consulta. Alerta que no ha de suponerle ningún esfuerzo psicológico, dado que también podría generar una autoevaluación constante y consecuentemente, problemas de ansiedad por “encontrarse continuamente activado y analizando cada unas de sus reacciones, pensamientos o conductas imprevisibles. Ante problemas específicos, definidos temporalmente, muy concretos, en multitud de ocasiones a los pacientes sencillamente no les da tiempo a aparecer y desaparecer como a nuestro flamante río, simplemente realizan una demanda, solicitan consejo, intervención o estrategias específicas para enfrentarse a ese determinado problema. Una vez identificado un plan de acción a través de herramientas muy específicas el tratamiento finaliza. En cualquier caso si quiero reflexionar para terminar con la “apasionante impredicibilidad del ser humano”. He visto multitud de casos en los que el paciente toma decisiones o se enfrenta a situaciones que nunca hubiera creído posible hacerlo, situaciones en las que estando convencido por su específica escala de valores y creencias nunca se le hubiera pasado por la cabeza aceptar o no aceptar determinadas circunstancias frente a las que acaba enfrentándose, perdonando algo en principio imperdonable para él/ella o simplemente entendiéndolo como parte de un proceso de maduración y extrayendo lo positivo. Diagnósticos iguales, pero cada caso distinto: historias de vida diferentes, momentos de inflexión personales distintos, relaciones sociales, familiares, laborales y afectivas que hay que estudiar en cada caso concreto, sabiendo de la existencia de determinados aspectos comunes en el ser humano que no son incompatibles con una psicología diferencial, que, por cierto, tuve la oportunidad de poder empezar a estudiar afortunadamente en la carrera como una asignatura tremendamente interesante. Esta es la clave de esta apasionante ciencia que siempre propone alternativas diferentes para seguir estudiándola.

lunes, 24 de septiembre de 2012

"DEDÍQUESE TIEMPO: USTED SE LOMERECE" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 24-9-2012)

24/09/2012 - PSICOLOGÍA Dedíquese tiempo: usted se lo merece Es fundamental que el paciente entienda que la clave para resolver sus problemas ha de tener como punto de partida “su propio estado de salud psicológica” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo En alguna ocasión anterior he descrito que es normal cuando al realizar el primer contacto en consulta con el paciente que éste venga avasallado por multitud de problemas familiares, personales, de pareja, laborales que le tienen martirizado y paralizado, encontrándose en un “callejón sin salida” y solicitando una posible solución para todos ellos. Cuando pregunto al paciente: ¿Qué hace usted por cuidarse? ¿Cuánto tiempo se dedica al día? ¿Cuánto tiempo lleva sin disfrutar de cosas sencillas pero que le proporcionaban en otros instantes momentos de felicidad?, generalmente éste me dice: “Disculpe, yo no he venido para hablar de eso, he venido porque tengo un montón de problemas externos y no sé como enfrentarme a ellos. Intentamos retomar el camino de la terapia centrándonos en las preguntas anteriores, porque es fundamental que el paciente entienda que la clave para resolver sus problemas ha de tener como punto de partida “su propio estado de salud psicológica”, y esta idea irá creciendo y haciéndose fundamental en las sesiones posteriores. Es decirle al paciente (en un proceso que adquiere su propio ritmo): “Si usted en primera instancia, se dedica tiempo se cuida, cubre sus necesidades y disfruta también dedicando tiempo a aquellas “pequeñas cosas” con las que antes disfrutaba, tendrá muchas posibilidades de resolver adecuadamente todo aquello que le atormenta”. Frente a las prisas desbordantes del paciente por cumplir todas las “exigencias” que circulan en su mente, lo más adecuado es detenernos y comenzar por donde es conveniente: “por el principio”, y el principio y base para que el tratamiento resulte eficaz es interiorizar la creencia siguiente: “El cuidarme y dedicarme tiempo no hace de mí una persona egoísta, sino una persona inteligente emocionalmente que tiene que dedicarse tiempo para estar en condiciones óptimas a la hora de afrontar los problemas que me atosigan”. Un ejercicio que se suele proponer en algunas terapias es precisamente éste: iniciar actividades de ocio y tiempo libre durante por ejemplo no más de media hora al día o dos horas a lo largo de una semana repartidas en dos veces. Lo contraproducente es que mientras hacemos estas actividades continuemos dando vueltas a aquello que “deberíamos estar haciendo o que vamos a hacer” nada más salir del gimnasio (por ejemplo). ¿De qué nos sirve entonces intentar relajarnos? La clave a la hora de “enganchar” al paciente en estas actividades sencillas es proponerle actividades que le supongan poco coste emocional y físico. Es una forma de “disminuir su grado de autoexigencia” que probablemente también se generalizará a las actividades distractoras. Fundamental es igualmente que el paciente esté convencido del “merecimiento” de esas actividades. Es “volverse egoísta emocionalmente” para poder enfrentarse adecuadamente a los problemas cotidianos o graves que le asalten. Si en este caso detectamos un problema de autoestima (déficit o inadecuación) realizaremos un programa de mejora de autoestima, haciéndole consciente de su valía personal. Cuídese, dedíquese tiempo, busque un espacio donde usted libere tensiones, se relaje, apacigüe sus pensamientos y consecuentemente sus emociones, libere adrenalina, no se autoimponga exigencias y obligaciones que en la mayoría de los casos sólo estarán en su mente. Usted se merece autocuidado psicológico para tener una vida más sana y saludable. Es la base para iniciar una forma adecuada de vivir con mejor calidad de vida emocional.

lunes, 17 de septiembre de 2012

"El maltrato psicológico enmascarado" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 17-9-2012)

17/09/2012 - PSICOLOGÍA El maltrato psicológico enmascarado Quizás usted no hace todo lo que le gustaría en su vida (aún teniendo pareja), quizás usted se encuentra en un mundo previsible en el que la cautela debe presidir su vida y en la que no puede salirse de los parámetros marcados por "el otro" Por Francisco Javier Sánchez (Psicólogo) Según mi experiencia el maltrato psicológico en la pareja, se haya instaurado de múltiples formas. Con diferentes expresiones y de maneras distintas, me encuentro con parejas aparentemente “normalizadas” que, desgraciadamente, poco o nada suelen hacer para solucionar ese problema, que, de no “tratarse”, probablemente se convierta en un gravísimo y duro acontecimiento día tras día, del que costará salir muchísimo a la mujer maltratada. ¿A qué otras formas de maltrato psicológico “no oficiales”, “de libro”, me refiero y que suponen encontrarnos ante una relación de maltrato, poder o subordinación de ella ante él?: - Cuando ella debe pedirle permiso para saludar a un amigo al que la pareja ha visto en algún lugar. - Cuando ella no puede agregar sin el permiso de su pareja a nadie que él no conozca o no quiera que agregue (porque no le cae bien o porque supuestamente supone una amenaza para la relación). - Cuando ella no puede tomar un café con un amigo reciente o antiguo y él monta en cólera y se lo prohíbe o le chantajea con irse de casa (como adolescente inmaduro, carente de autoestima). - Cuando él jamás le deja salir con sus amigas, asistir a una cena, una despedida de soltera, ir a un concierto o estar una semana en casa de sus familiares. Nos encontramos más de lo mismo. - Cuando ella mira a otra persona y él se enfada terriblemente, porque, percibe que es una falta de respeto hacia él ( cuando realmente se trata de un problema de autoestima, que sólo él tiene). - Cuando él maneja el dinero de la casa y ella tiene que rendirle cuentas ante cada compra. - Cuando él se escuda en “todo lo que quiere a su mujer” para imponer sus normas y tenerla oprimida, reprimida, aislada del mundo o relacionada con el mismo en la medida que él considera oportuno. - Cuando él le controla las llamadas, los gastos y justifica que al trabajar está haciendo “todo lo que puede y más por la familia”. - Cuando él le prohíbe a ella ponerse determinada ropa porque considera que es una provocación. - Cuando encubre todas estas conductas con la justificación de que “ella le preocupa terriblemente y que la quiere con locura”. - Cuando la chantajea diciéndole que “si le quisiera de verdad” no le apetecería irse por ahí sin él. Cada una de estas formas de “privación de libertad” que él ejerce sobre ella, son como pequeños obstáculos que van oprimiendo, asfixiando a la pareja, que acaba por: - Intentar no decir o hacer nada que pueda molestar a su pareja. - Evitar discusiones para que él se encuentre tranquilo. - Mentirle. - Ocultarle información. - Resignarse y racionalizar la idea de que: “ningún hombre es perfecto y algo tiene que tener que no me guste” Vivir en definitiva una relación patológica en la que “no quiere al otro de la manera adecuada”. Se trata por tanto , de “sobrellevar” la situación para sufrir lo menos posible, algo que realmente me parece terrible. ¿Sufrir lo menos posible (evitando disputas) o ser lo más feliz y con la mayor intensidad que se pueda? Elijan ustedes. Si el lector mira a su alrededor, probablemente conozca a más de una pareja a la que le ocurre alguno de los puntos citados. Dichos puntos son como pequeñas bombas colocadas en lugares estratégicos que acaban finalmente por destruir la pareja o mantenerla “patológicamente”. Se hace mucho hincapié desde las instituciones para que se denuncie cualquier tipo de maltrato. Personalmente estoy de acuerdo con ello, pero también creo que no se puede alentar dicha conducta en la mujer, si luego ésta no goza de la suficiente garantía de protección frente a su pareja. Me refiero a una protección desde todas las áreas (económicas, sociales, legales, físicas). Muchas mujeres me han dicho llorando en la consulta que después de denunciar se han encontrado indefensas, desamparadas, que una cosa es lo que los políticos venden y otra los recursos reales sociales, económicos , institucionales, de protección con los que se encuentran. No lo digo yo, me lo cuentan las propias víctimas. Cuidado con estas “formas no oficiales” de maltrato. Quizás usted no hace todo lo que le gustaría en su vida (aún teniendo pareja), quizás usted se encuentra en un mundo previsible en el que la cautela debe presidir su vida y en la que no puede salirse de los parámetros marcados por “el otro”. Quizás usted evite, evite y evite para no molestar a su pareja. Dos personas se quieren plenamente cuando deciden compartir muchas cosas, estar juntas, pero también gozar de un determinado grado de libertad, espacio propio que cultive sus relaciones sociales, autoestima, actividades, hobbies, pensamientos, emociones, etc. Entonces quizás usted esté siendo víctima de un maltrato elegantemente disfrazado de amor. No lo permita, ponga en marcha un plan de acción y enfréntese como hemos dicho en múltiples ocasiones a lo que le ocurre. No justifique, racionalice, deje pasar el tiempo ante un problema y unas conductas que no tienen justificación NUNCA, EN NINGÚN CASO.

lunes, 10 de septiembre de 2012

"La vulnerabilidad emocional y la sorpresa del paciente" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 10-9-2012)

La vulnerabilidad emocional y la sorpresa del paciente. Fco. Javier Sánchez Martínez Es bastante más usual de lo que en principio podría pensarse, encontrar al paciente sorprendido cuando se le dice durante la terapia que “es vulnerable a nivel emocional”. Evidentemente algo “tan indeterminado” como esta afirmación, debemos puntualizarlo en los aspectos, áreas o circunstancias concretas que acompañan y rodean al paciente. Usted puede ser “vulnerable” a nivel emocional (es fácil hacerle daño, es una persona fácil de de manipular o chantajear, sucumbe con mayor probabilidad ante un suceso negativo o inesperado, se bloquea ante reacciones sorpresa de los demás, es incapaz de enfrentarse a situaciones límite, etc), pero puede ser una persona tremendamente competente en su profesión, a la hora de tomar decisiones como líder de un grupo, o a la hora de “poner límites y normas” a su hijo. Por eso hemos de especificar que es algo concreto, de un área determinada que hay que trabajar, porque si no, acabará afectándole a largo plazo, a las otras áreas de su vida. Las reacciones suelen ser diversas: - Llanto frecuente por sensación de debilidad. - Percepción de “no ser capaz” de enfrentarse a dicha situación que se percibe con “indefensión y desesperanza” terrible. - Realizar la/s pregunta/s en voz alta: ¿Cómo me puede pasar esto a mi si yo antes era fuerte y sabía manejar y enfrentarme a todas estas situaciones?, ¿Qué me ocurre ahora?, ¿Qué ha cambiado?. Frente a estas reacciones solemos utilizar con el paciente las técnicas de reestructuración cognitiva: - No asociar vulnerabilidad en cualquier área a debilidad: “Todos necesitamos ayuda alguna vez en nuestra vida, sin que eso significa ser débil, sino simplemente ser “humanos”. - “Despertar” las estrategias de afrontamiento “dormidas” del paciente, que si ha sido capaz de enfrentarse en otros momentos de su vida a situaciones incluso más difíciles que las que atraviesa ahora. Incrementar su sensación interna de control de la situación. - Fomentar la autoestima positiva y adecuada. La inteligencia emocional es algo básico que solemos también trabajar con el paciente. Recuerdo variedad de casos en los que las adolescentes acuden agobiadas a la consulta preguntándome: ¿Pero qué voy a hacer si me he enamorado de él?. Hablo de relaciones de pareja mal sanas, patológicas en las que por ejemplo se confunde el control ejercido por el otro como una muestra de amor. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? (pregunto). Hablo de situaciones en las que una persona próxima se está “aprovechando” de nuestra cercanía para exigirnos, demandarnos y obligarnos a sucumbir a sus deseos. Con los adolescentes suelo trabajar aquello del “amor inteligente” (libro por cierto excelente de Enrique Rojas). Enamorarse es maravilloso, pero hay que dar un paso más: ¿enamorarse lo justifica todo? ¿puedo enamorarme de una persona que me hace daño?, si lo hago en principio ¿puedo replantearme la utilidad o beneficio que me está aportando dicha relación o me dejo llevar sólo por mis emociones y continúo adelante? Quizás debería impartirse una asignatura de “educación emocional” en las aulas ¿No creen?. En alguna ocasión he comentado que el maestro “Freud” afirmaba que las emociones se imponen a la razón y pregunto: ¿Debemos dejar que esto ocurra siempre? Pienso que no. Hemos de dar un paso más y aprender a manejarnos emocionalmente con estrategias útiles que nos permitan dar prioridad a nuestra salud psicológica.

lunes, 3 de septiembre de 2012

"El pasado importa, pero no tanto" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 3-9-2012)

03/09/2012 El pasado importa, pero no tanto El artículo de nuestro psicólogo desmonta la creencia irracional de que “todo aquello que nos ha pasado con anterioridad, es determinante para nuestra vida futura, y nos afectará de manera indefinida”. Por F.J. Sánchez Con bastante frecuencia, cuando en consulta realizamos la entrevista de evaluación psicológica inicial, y llegamos al punto “historia de vida”, nos encontramos con sucesos importantes ocurridos al paciente. Sucesos tremendamente dolorosos, que han creado en la persona una forma distinta de entender la vida, le han ayudado a madurar o que no consiguen apartar de su mente. Estoy hablando de abusos sexuales, desengaños amorosos, despidos laborales tras muchos años en la misma empresa, desarraigo familiar, imposibilidad de tener hijos propios, acoso laboral, bullying, etc. La forma de los pacientes de enfrentarse a estos acontecimientos varía, lógicamente en cada caso: - Hay pacientes que se resisten a “pasar página” y se regodean continuamente en esos acontecimientos, ciertamente traumáticos en muchos casos. Se siguen preguntado ¿por qué a ellos? - Hay pacientes que tras un desahogo emocional, escuchándose a ellos mismos disminuyen su nivel de ansiedad frente al acontecimiento o evento tan significativo. - También aquellos que insisten en buscar la causa de sus problemas actuales: ¿tienen que ver con lo que me aconteció en el pasado? - Y finalmente pacientes que aunque han aceptado todo lo ocurrido, no acaban de desligarse de aquello que les ocurrió en un momento determinado de su vida. La creencia irracional que subyace a todas estas cuestiones suele ser que “todo aquello que nos ha pasado con anterioridad, es determinante para nuestra vida futura, y nos afectará de manera indefinida”. Nada más alejado de la realidad. Es cierto que los eventos que nos suceden nos afectan en nuestra forma de ver el mundo, en nuestras relaciones con los demás, a la hora de utilizar determinadas estrategias de afrontamiento (“coping”) con la finalidad de protegernos frente a lo que nos hace daño, a la hora de madurar a nivel personal, social, familiar, afectivo, cognitivo, PERO no tienen porque hacer de nosotros una persona “marcada” de por vida y condenadas a una infelicidad eterna. Cuando el paciente nos relata en consulta todo lo que le ha ocurrido, es tarea del profesional, situar los acontecimientos en el lugar que les corresponde, valorarlos en su “justa medida” y desmontar la idea de “la desgracia absoluta que debe presidir el resto de su vida”. “Usted no es un bicho raro, marcado de por vida, al que la desgracia acompañará el resto de sus días”. Lejos de regocijarnos en lo negativo (que es mucho) de acontecimientos traumáticos, el último paso consistiría en extraer “lo positivo” (que entiendo siempre lo hay) de esos acontecimientos tan “terribles”, para poner sobre la mesa, aquello que nos ha “aportado”, aquello que hemos aprendido, aquello en lo que nos ha fortalecido y nos ha permitido madurar y avanzar en el resto de áreas de nuestra vida y en aquello que nos ha permitido tomar conciencia de recursos y capacidades que el paciente pensaba que “no tenía” (¿Cuántas veces ha pensado?: si me ocurriera a mí lo que lo pasó a X, yo no lo soportaría. Comprobando después y tras analizar su vida que ha pasado en más de una ocasión por situaciones más complicadas y que por supuesto ha sido capaz de “salir adelante). Si “todas las personas a las que les ocurren determinados acontecimientos tuvieran ya un camino predeterminado de antemano, supondríamos que nuestra felicidad, sus expectativas, nuestra forma de ver el mundo DEPENDERÍA DE LOS ACONTECIMIENTOS EXTERNOS, y ante un mismo suceso todos estaríamos “condenados” a pasar por los “mismos lugares, etapas o momentos”, algo que es totalmente incierto. En algunas ocasiones comento a los pacientes que me hubiera gustado grabarles en una cámara para comprobar su primera entrevista en consulta, y la última, una vez finalizada la terapia.Ocurre que en la mayor parte de los casos, las situaciones que rodean a estas personas, NO HA CAMBIADO, pero su forma de PERCIBIR, INTERPRETAR Y EVALUAR aquello que le rodea sí. Luego entonces la clave vuelve a encontrarse en nuestros procesos mentales, en “nuestra forma de percibir la realidad”, en nuestras “cogniciones” que son las responsables de la mayoría de nuestras conductas y emociones. El objetivo no es transformar lo negativo que le ha ocurrido al paciente en algo positivo, pero si ser más realista y objetivo a la hora de poner límites “cualitativos” a aquello que le ha ocurrido. No se deje avasallar por su pasado, no sea víctima del mismo. Avance, prepare un plan de acción, no se queje, “actúe” y tendrá sensación de controlar de su vida frente a los acontecimientos externos que puedan ocurrirle.