lunes, 13 de agosto de 2012

"ENTONCES ME PUEDO LLAMAR DIOS?" (Publicado en "Voces de Cuenca el" 13-8-12)

La autoestima se convirtió una vez más en el eje central del tratamiento y una vez más había sido reforzada y puesta en práctica por el paciente. Por Fco. Javier Sánchez Con esta “original frase” me sorprendía un inteligente paciente después de haber realizado tres cuartas partes de las sesiones totales que teníamos pendientes. Recuerdo perfectamente las primeras sesiones, en las que identificamos un nivel de autoestima inadecuado, y un proceso largo en el que el paciente comenzó a “poner en orden” su vida, después de pasar una racha tremendamente negativa que le había afectado a prácticamente casi todos los ámbitos cercanos, pero fundamentalmente a nivel académico y familiar. Tras el trabajo terapéutico encomiable del paciente, con una actitud muy positiva y un grado de sinceridad elevado desde el principio, estabilizó dichas áreas y comenzó a obtener resultados positivos. Nuestro protagonista de hoy, comenzó gradualmente a aceptarse y aceptar todo aquello que le había ocurrido a lo largo de su historia vital (lo cual no es sinónimo de que le gustase), dejó de “machacarse” a nivel personal y comenzó a vislumbrar luz al final del dichoso túnel que le había tenido paralizado durante varios años.Cuando dijo esta frase en consulta con una naturalidad “pasmosa”, siguió contándome sus argumentos de los motivos por los que se encontraba mejor. Yo me detuve en esa frase: “¿Entonces ya me puedo llamar Dios? , en la que aludía a que había descubierto al fin, que podía hacer lo que quisiera con su vida porque ahora percibía que tenía el manejo de la misma. Como él mismo me decía, había estabilizado su vida en tres áreas fundamentales para él y lo que era más importante, había adquirido un potencial psicológico tan elevado que tenía la sensación de “poder comerse el mundo”. Era creyente, aunque no practicante y su actitud era más bien pasiva al respecto, aunque repito, creía en Dios, con lo cual la frase adquiría más importancia todavía, dado el valor que otorgaba a un ser superior y a las sensaciones semejantes que percibía de control de su propia vida y la fuerza que transmitía en cada una de sus frases y comportamientos. Esta sensación de control que tenía la había conseguido con su esfuerzo, aprendiendo a gestionar emociones, a identificar pensamientos irracionales, poniendo nombre y apellidos a todo aquello que le había ocurrido en el pasado y sobre todo enfrentándose de una vez por todas a todo aquello que temía. La autoestima se convirtió una vez más en el eje central del tratamiento y una vez más había sido reforzada y puesta en práctica por el paciente. El paciente comprobó que todo lo que le había ocurrido, las situaciones externas habían sido desencadenantes de todas las emociones que llevaba a la espalda, emociones cuya causa fundamental había sido provocada por la forma de “percibir e interpretar los acontecimientos que le habían ocurrido de manera distorsionada e irracional”. Gracias por dejarme aprender de ti.

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