lunes, 23 de julio de 2012

"CUANDO EL RIO SUENA... NO SIEMPRE LLEVA AGUA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 23-7-12)

La capacidad del ser humano a la hora de “adaptar mensajes” a nuestras propias creencias, valores, miedos, sospechas, etcétera, es tan grande, que probablemente lo que a usted le llegue, tiene poco que ver con la noticia original Por Francisco Javier Sánchez Psicólogo Enlazando con un comentario de un lector la semana pasada sobre el artículo “piensa mal y…. te equivocarás muchas veces”, es cierto, que muchas personas viven de las noticias “de los otros” (“chismorreos”), y le comentaba a este lector, con el único objeto de “crear polémica”, que en algunas ocasiones determinado perfil de personas (que acuden en momentos puntuales a terapia y que por supuesto tienen mi máximo respeto, aunque no comparta sus “gustos”, faltaría más), practican este “deporte nacional”, y que a través de esta necesidad “autocreada” intentan compensar en algunas ocasiones carencias propias que a lo mejor no han aceptado y que pueden “proyectar” en “los personajillos famosos”, (falta de comunicación, aislamiento social, dificultad para expresar emociones, exceso de empatía :”simpatía”, falta de motivación, estilo de vida pasivo, etc. ), que casualmente, si hacen o expresan aquello que ellos no dirían o harían nunca (aquí si afirmo estar de acuerdo con el refrán: “dime de lo que presumes (“en exceso y de manera continuada”) y te diré de lo que careces”). “La dinámica del rumor” es un ejercicio sencillo y fácil de aplicar a nivel grupal que conocerán bastantes profesionales y que consiste en lo siguiente: Con un grupo de al menos diez personas, tres de ellas más el terapeuta se quedan en una sala junto a otra cuarta persona, a la que el terapeuta leerá “un pequeño texto de 8 líneas (por ejemplo). Este texto, puede tratar de alguna noticia reciente en la que se aportan determinados datos. Mientras tanto las 6 personas restantes salen fuera de la sala. Una a una, las personas que están fuera de dicha sala van entrando a la misma, contándole el anterior lo que recuerda del relato que le acaba de contar su compañero previamente. Los resultados son tremendos: ante el breve relato de la noticia, cada persona, automáticamente, al contar a la nueva que entra en la sala lo que le acaban de contar, añade, suprime, se inventa, reduce o imagina una parte nueva, y así muchas más posibilidades que no terminaríamos de contar nunca. La distorsión de quien cuenta la última historia es tan brutal, que sorprende siempre la capacidad elevada que tenemos de adaptar determinados mensajes que nos llegan (por procesos de memoria, por atención selectiva, por sucesos propios ocurridos, por historia de vida) a una versión “propia”. Por todo ello, es totalmente inadecuado dejarse llevar por “la rumorología”, ese deporte nacional que nos ocupa mucho espacio y tiempo y que no tiene utilidad alguna. ¿Porqué triunfan actualmente los programas del corazón?. Es precisamente la especulación, la imaginación, la sospecha, la posibilidad de enterarnos de lo que le ocurre al otro, lo que hace que millones de personas vean programas de este tipo. Alguien podría decirme que “simplemente es un pasatiempo, un entretenimiento”, y estaría de acuerdo si se hiciera de vez en cuando, pero las cifras de audiencia hablan de personas fieles que llevan este simple pasatiempos a casi una necesidad para “vivir y enterarse de la vida de los otros”. ¿Qué piensa el lector? Cuidado, no quiero decir ni mucho menos, que las personas que ven estos programas tengan obligatoriamente determinadas carencias, faltaría más, entre otras cosas, porque no tengo ninguna base científica para probarlo, pero estoy convencido de que si profundizáramos algo más en el tema, sería más frecuente de lo que podríamos imaginarnos. Iniciemos una nueva área de investigación (“interesante área”???). Hay personas que simplemente te dicen que ven este tipo de programas, porque antes de ver “cómo se encuentra el panorama del país”, prefieren distraerse. No es difícil de entender. Recuerdo a una profesora de Derecho Constitucional en una charla en la que hablaba de drogas, derechos y deberes. Alguien, en un respiro de la conferencia pronunció el nombre fatídico de un personaje muy famoso/a de este país nuestro (¿la princesa del pueblo?) para contar una anécdota y hacer posteriormente una pregunta a la ponente. Ésta le contestó prontamente, que realmente no sabía quién era esa persona, y la sala exclamó casi unánimemente de sorpresa. Probablemente la mayoría de esas personas creyeron que la conferenciante mentía y que sí conocía al “supuesto personajillo famoso”. La capacidad del ser humano a la hora de “adaptar mensajes” a nuestras propias creencias, valores, miedos, sospechas, etcétera, es tan grande, que probablemente lo que a usted le llegue, tiene poco que ver con la noticia original. No entrar al trapo sobre posibles rumores de uno mismo o de los otros, incrementar nuestro nivel de tolerancia a la frustración, aprender a aceptar críticas de los demás, aceptarnos y aceptar a los demás incondicionalmente son algunas maneras sanas de enfrentarse a este tipo de situaciones. Sea objetivo y cauto con la información que le pueda llegar sobre usted mismo, sobre alguien conocido o desconocido. Utilice “la presunción de inocencia” de ese rumor o noticia que le llega, hasta que (si le interesa) pueda certificar que es cierta. No dé cosas por supuestas de las que no tiene evidencia, sea realista y no se mueva en el peligroso espacio de las suposiciones, las especulaciones, los prejuicios y el etiquetaje propio y de los demás. Cuando se encuentre alguna situación o comentario que le produzca incomodidad o malestar, vaya directamente a la fuente que le provoca ese malestar e incomodidad y pregunte, obtenga información, corrobore o no, e intente controlar “el vuelo de su imaginación” cuando se trate de rumores que usted no ha constatado. Es muy fácil creer aquello que queremos que suceda, aquello que nos sorprendería enormemente si fuese cierto, aquello que, en muchas ocasiones puede hacer daño a otra/s persona/s.

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