lunes, 2 de enero de 2012

LA PSICOLOGÍA, LOS PACIENTES Y EL PODER DE LA MENTE" (Publicado en "Voces de Cuenca", el 2-1-12)

02/01/2012 - PSICOLOGÍA
Por Fco. Javier Sánchez Martínez. Psicólogo
Cuando decidí estudiar psicología con 18 años , nunca pensé que sería una carrera que debería seguir estudiando toda la vida. Ahora, a mis 44 años, agradezco a esta ciencia, el haber tenido que seguir haciéndolo día tras día.
Uno puede encontrarse mil veces el mismo diagnóstico de un paciente, pero, afortunadamente, ningún caso es exactamente igual que otro.
Durante la carrera tuve la fortuna de estudiar psicología diferencial y comprender que a pesar de tener muchas características parecidas, cada persona, cada ser humano teníamos nuestras propias peculiaridades que nos hacían distintos, diferentes y por ello, especiales también.
Esta ciencia que me apasiona, porque siempre me apasionó el hombre como sujeto y objeto de conocimiento no tiene límite en cuanto a su saber.
Día tras día, sigo sorprendiéndome del poder de nuestra mente, es decir, de la potencia, la fuerza , el empuje que hacemos por conseguir algo, cuando en nuestra mente tenemos ese objetivo claro.
Para intentar transmitir a los pacientes esta idea, y hacerles conscientes de la poderosa herramienta mágica de que disponemos, les digo que recuerden todas aquellas locuras que hicieron cuando estaban enamorados/as. Aquellas locuras pudieron hacerlas porque estaban totalmente convencidos de ello, y acabaron haciéndolas y consiguiéndolas sin demasiado esfuerzo. “Lo tenían claro”.
He visto como personas diagnosticadas de VIH en prisión y con una carga viral muy elevada, han sobrevivido y los siguen haciendo con un estilo de vida totalmente normalizado porque mentalmente se han cuidado, se han querido lo indecible y han dicho “esto no va a poder conmigo”, además evidentemente de cuidar y mantener las pautas de su médico y la adherencia al tratamiento.
He visto como pacientes diagnosticadas de cáncer de mama, a las que apenas han dado 6 meses de vida, continúan viniendo a la consulta después de 4 años peleando de manera tremenda con la enfermedad.
Todavía recuerdo una paciente que tenía dos hijas, estaba casada y tenía una vida holgada. Un día en consulta le pregunté: ¿Cuándo miras a tus hijas, que piensas? ¿Te agobia pensar en su futuro?. Su respuesta me dejó helado y aprendí una nueva lección de una paciente, de su mente y de su forma de enfocar las cosas. Me dijo textualmente: “Lejos de venirme abajo, o pensar que en el futuro no pueda estar con ellas, me ocurre exactamente lo contrario. Por mi cuerpo y mi mente fluye una cantidad tan intensa de energía y de vida, que ellas son las que me dan el motivo y la fuerza para seguir peleando”.
“De ella he aprendido a trivializar los miles de problemas cotidianos que nos acosan, he aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas que tengo, como cualquier otra persona y he aprendido algo muy importante: A disfrutar de la vida, día tras día”.
Esa paciente sigue en tratamiento y constituye un ejemplo a seguir por muchos de nosotros, créanme.
Sabemos que los estados ansiosos o depresivos en estas personas, disminuyen el número de defensas del organismo, pudiendo propiciar un avance de la enfermedad. Y al revés, es decir una persona que se enfrenta y afronta enérgicamente la enfermedad, que se plantea metas objetivas, realistas, que se plantea expectativas de vida, que goza y “utiliza” el apoyo social como soporte emocional y que tiene en definitiva, un plan de acción frente a lo que le ha ocurrido, propicia la estabilidad en muchos casos de su enfermedad influyendo en el caso de los pacientes citados anteriormente en el aumento de su número de defensas.
En las crisis de ansiedad, en la hipocondría, en las fobias nuestra mente es la dueña y señora de las situaciones. Las sensaciones subjetivas que nos producimos nosotros mismos, acaban por hacer cumplir la profecía autocumplida que nuestra mente “profetizó”.
Un paciente hipocondríaco se nota por ejemplo “un pinchazo” en el corazón y automáticamente su mente se pone en marcha: “ Seguro que me va a pasar algo malo, y si me da un infarto, me estoy mareando”. Sabemos que el propio paciente al transmitirse estos mensajes irracionales comienza automáticamente a respirar más rápido (hiperventilar), por lo que la sensación de mareo se la está provocando él mismo sin darse cuenta.
Confíe en su mente, pero utilícela adecuadamente. Si le cuesta mucho hacerlo, busque apoyos. Todo aquello que se aprende… se puede desaprender, créame.

1 comentario:

  1. Fabuloso artículo, me ha incluso emocionado leerlo porque veo la realidad de lo que cuentas. Qué cierto, qué sencillo, qué importante......!!! Nuestra vida depende ùnica y exclusivamente de cada uno de nosotros. De las actitudes que tomemos ante nuestros acontecimientos. Aceptar los que interpretamos como malos es el primer paso a dar. Las cosas son como son y no pueden cambiarse pero sí pueden ve...rse desde una óptica más amplia, menos estrecha.
    FELIZ AÑO A TODOS!!!. Nos toca ir construyéndolo momento a momento sin olvidar... que lo negativo tiene su cara positiva SIEMPRE y que todos necesitamos de todos.
    Leí hace poco esta frase, me encantó y la comparto aquí
    "Querido pasado: gracias por las lecciones!!! ;). Querido futuro: allá voy!!!:)"

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